En esta ocasión no voy a hablar de un viaje de trabajo, sino de un viaje de placer. Fue un viaje muy especial, ya que fue una escapada de
4 días con mi tía, que es mi madrina, y mi segunda madre. Creo que es de ella
de quien he heredado la inquietud por conocer mundo, así que esta entrada se la
dedico.
Elegimos el destino por la oferta de vuelo “low cost”
directo desde Valencia a Malta, y poco a poco fuimos descubriendo el atractivo
del país. De entrada es fácil manejarse pues el idioma oficial es el inglés, y
la moneda el euro. Como íbamos las dos solas decidimos no alquilar coche, ya
que se conduce por la izquierda (debido al último siglo y medio de pertenencia
al impero Británico y la Commonwealth), y que queríamos coger ferry para desplazarnos entre las 3 islas
habitadas que forman el país: Malta, Gozo y Comino.
En cuanto cogimos el primer autobús ya nos dimos cuenta de
que el viaje no sólo iba a ser en el espacio, sino también en el tiempo. Los
autobuses es una de las cosas que caracterizan el país (rectifico: eran, acabo
de encontrar que en 2011 sustituyeron la flota de los años 50 y 60 por
vehículos más modernos), y bueno parte del encanto además de la estética
evidente, era la manera de solicitar la parada: tirar de un cordel que recorría
todo el techo y acababa haciendo sonar una campanita a la altura de la
coronilla del conductor.
Nos alojamos en Sliema, una zona cercana y un poco más
turística que la capital (La Valeta), por cuyo el paseo marítimo se llega en
pocos minutos a San Julián, otra de las poblaciones más populares y animadas.
Otro de los hechos que llama poderosamente la atención es lo
arraigado de la fe católica: casi en cada manzana podría decirse que hay una
iglesia, y los iconos religiosos aparecen a cada paso.
Una vez saliendo de la capital localizada al este del país,
no nos dejamos punto cardinal del país sin recorrer, destacando: hacia el
norte, la isla de Gozo; al oeste los acantilados Dingli; en el centro, la
ciudad de Mosta; y al sur el pueblo pesquero Marsaxlokk.
Para llegar a la isla de Gozo se coge el ferry, que pasa por
al lado de la isla Comino y se adivinan las aguas cristalinas de su famosa
“laguna azul” (“Blue Lagoon”). Ya en Gozo, visitamos la capital de la isla:
Victoria (o Rabat). También su centro se encuentra fortificado y es un
agradable paseo callejear por la ciudadela.
Al regresar de Gozo, ya en la isla de Malta, aprovechamos el
tiempo libre que nos quedaba de la tarde para asomarnos a la Villa de Popeye.
Aquí se rodó la película de Disney en los años 80, y ahora se ha reconvertido
en parque temático infantil.
Ya al día siguiente, de camino hacia Mosta paramos también
en Naxxar a visitar el Palazzo Parisio, un pequeño Versalles que conserva casi
todos sus salones con el mobiliario original. Como deformación profesional, y
para no desvelar otros secretos, destacaré la imagen de una moldura de unos
angelitos ¡hablando por teléfono!
En cuanto uno se aproxima a Mosta, es fácil identificar el
monumento de visita obligada: la iglesia “rotunda”, con su cúpula de 40m de
diámetro que evoca al mismísimo Panteon de Roma. Continuando hacia el oeste,
llegamos a los acantilados Dingli, donde el paseo lo hicimos corto debido a los
fuertes vientos.
Finalmente visitamos Marsaxlokk, un pueblo pesquero muy
pintoresco y acogedor. En todas sus barcas de llamativos colores, en la proa se
encuentran pintados un par de ojos,
identificables como la evolución en el del símbolo egipcio de la
protección: el ojo de Horus (u ojo de Osiris).
Partimos ya de Malta, acabando este precioso viaje. Así es cómo
se ve desde el cielo. Te quiero.