jueves, 31 de julio de 2014

Malta

En esta ocasión no voy a hablar de un viaje de trabajo, sino de un viaje de placer. Fue un viaje muy especial, ya que fue una escapada de 4 días con mi tía, que es mi madrina, y mi segunda madre. Creo que es de ella de quien he heredado la inquietud por conocer mundo, así que esta entrada se la dedico.
Elegimos el destino por la oferta de vuelo “low cost” directo desde Valencia a Malta, y poco a poco fuimos descubriendo el atractivo del país. De entrada es fácil manejarse pues el idioma oficial es el inglés, y la moneda el euro. Como íbamos las dos solas decidimos no alquilar coche, ya que se conduce por la izquierda (debido al último siglo y medio de pertenencia al impero Británico y la Commonwealth), y que queríamos coger ferry para desplazarnos entre las 3 islas habitadas que forman el país: Malta, Gozo y Comino.
 
En cuanto cogimos el primer autobús ya nos dimos cuenta de que el viaje no sólo iba a ser en el espacio, sino también en el tiempo. Los autobuses es una de las cosas que caracterizan el país (rectifico: eran, acabo de encontrar que en 2011 sustituyeron la flota de los años 50 y 60 por vehículos más modernos), y bueno parte del encanto además de la estética evidente, era la manera de solicitar la parada: tirar de un cordel que recorría todo el techo y acababa haciendo sonar una campanita a la altura de la coronilla del conductor.
 
Nos alojamos en Sliema, una zona cercana y un poco más turística que la capital (La Valeta), por cuyo el paseo marítimo se llega en pocos minutos a San Julián, otra de las poblaciones más populares y animadas.

 
 
 La primera visita cultural obligada es a la capital, La Valeta, donde sólo paseando sus calles uno ya se da cuenta de las influencias que las diferentes civilizaciones han infringido en la arquitectura de la ciudad. No en vano, ocupa una posición estratégica en el Mediterráneo, lo que ha desencadenado continuas guerras a lo largo la historia por el control de este enclave marítimo. Como apunte enciclopédico Malta se encontró sin bases militares extranjeras por primera vez en su historia en 1979 (antes sus puertos han albergado a beligerantes fenicios, griegos, romanos, vándalos, árabes, sicilianos, almogárabes mercenarios de la Corona de Aragón, españoles hasta la época de Carlos I, franceses bajo el mandato de Napoleón y finalmente  británicos).
 



Otro de los hechos que llama poderosamente la atención es lo arraigado de la fe católica: casi en cada manzana podría decirse que hay una iglesia, y los iconos religiosos aparecen a cada paso.
 

 
Una vez saliendo de la capital localizada al este del país, no nos dejamos punto cardinal del país sin recorrer, destacando: hacia el norte, la isla de Gozo; al oeste los acantilados Dingli; en el centro, la ciudad de Mosta; y al sur el pueblo pesquero Marsaxlokk.
 
Para llegar a la isla de Gozo se coge el ferry, que pasa por al lado de la isla Comino y se adivinan las aguas cristalinas de su famosa “laguna azul” (“Blue Lagoon”). Ya en Gozo, visitamos la capital de la isla: Victoria (o Rabat). También su centro se encuentra fortificado y es un agradable paseo callejear por la ciudadela.
 
Al regresar de Gozo, ya en la isla de Malta, aprovechamos el tiempo libre que nos quedaba de la tarde para asomarnos a la Villa de Popeye. Aquí se rodó la película de Disney en los años 80, y ahora se ha reconvertido en parque temático infantil.
 
Ya al día siguiente, de camino hacia Mosta paramos también en Naxxar a visitar el Palazzo Parisio, un pequeño Versalles que conserva casi todos sus salones con el mobiliario original. Como deformación profesional, y para no desvelar otros secretos, destacaré la imagen de una moldura de unos angelitos ¡hablando por teléfono!
En cuanto uno se aproxima a Mosta, es fácil identificar el monumento de visita obligada: la iglesia “rotunda”, con su cúpula de 40m de diámetro que evoca al mismísimo Panteon de Roma. Continuando hacia el oeste, llegamos a los acantilados Dingli, donde el paseo lo hicimos corto debido a los fuertes vientos.


 
Finalmente visitamos Marsaxlokk, un pueblo pesquero muy pintoresco y acogedor. En todas sus barcas de llamativos colores, en la proa se encuentran pintados un par de ojos,  identificables como la evolución en el del símbolo egipcio de la protección: el ojo de Horus (u ojo de Osiris). 
 
 
Partimos ya de Malta, acabando este precioso viaje. Así es cómo se ve desde el cielo. Te quiero.
 
 
 

miércoles, 16 de julio de 2014

Houston, Texas, Estados Unidos

Las pocas horas libres de las que pude disponer en este traviaje las dediqué a constatar los topicazos del estado tejano. Procedemos al relato.
A la llegada al aeropuerto de Houston me recibe a modo de escultura el primer resumen de lo que voy a encontrar: las vacas “long horn” (cuerno largo) de los ranchos, enfundadas en un traje espacial de la NASA con el oportuno epígrafe “Houston we have landed” (Houston hemos aterrizado), y una desproporcionada bandera del estado de Texas (¡no confundir con la de Chile! Casi me da un pasmo, menos mal que el resto de motivos ganaban 2 a 1 a que no me había confundido de vuelo). 
Lo primero, recoger el coche de alquiler con la correspondiente matrícula con los leitmotivs omnipresentes del “estado de la estrella única” (“the lone star state”): el transbordador espacial y el cielo, el mapa del estado con la bandera sobreimpresionada, y el vaquero a caballo sobre terreno árido con los pozos de petróleo de fondo. ¿Se puede pedir más? (Exijo me homologuen en la próxima ITV una paella en la playa a la “lluna de València” como fondo en la matrícula de mi coche).
 
Vale, ahora a familiarizarnos con el coche automático y los scalextrics: siempre pisar el freno en los semáforos o el coche sale solo; el semáforo está en medio o detrás del cruce, con lo  que hay que prever detenerse antes de llegar a él; los giros a izquierda y derecha están permitidos aunque el semáforo esté rojo, o te llevarás una buena pitada y un par de gestos con el dedo corazón; y decidir cuál de los 4 pisos de salidas es la que debes tomar hacia tu destino… Fácil, ¿verdad? Además como buen estado ranchero el 50% de los coches son estilo pick-up, es decir doble de altos y  largos que el tuyo, es decir tienes las de perder en el mínimo roce.
 
  
Mi primera noche al otro lado del charco, para combatir el jet-lag, acabé en una especie de feria de barbacoas y cow-boys, rodeada de frijoles, hamburguesas, trailers y sombreros vaqueros.
 
 
Y un par de ratos libres que tuve entre semana tuve que dedicarlos a las visitas obligadas: la NASA y un centro comercial. En la NASA, además de los artilugios espaciales y demás explicaciones técnicas que me encantaron, es un buen sitio para poder apreciar las autóctonas vacas de los cuernos largos.
 
 
En el centro comercial, la no menos típica pista de patinaje sobre hielo y las totalmente desmesuradas raciones de comida (ya sea un aperitivo tipo nachos, una hamburguesa, un refresco tamaño mínimo medio litro, o un trozo de pastel).
 
 
Por último, mencionar que el trabajo y el trato recibido fue excelente. Encontré a personas de diferentes nacionalidades y un alto de nivel de preparación, profesionalidad y recursos.