miércoles, 16 de julio de 2014

Houston, Texas, Estados Unidos

Las pocas horas libres de las que pude disponer en este traviaje las dediqué a constatar los topicazos del estado tejano. Procedemos al relato.
A la llegada al aeropuerto de Houston me recibe a modo de escultura el primer resumen de lo que voy a encontrar: las vacas “long horn” (cuerno largo) de los ranchos, enfundadas en un traje espacial de la NASA con el oportuno epígrafe “Houston we have landed” (Houston hemos aterrizado), y una desproporcionada bandera del estado de Texas (¡no confundir con la de Chile! Casi me da un pasmo, menos mal que el resto de motivos ganaban 2 a 1 a que no me había confundido de vuelo). 
Lo primero, recoger el coche de alquiler con la correspondiente matrícula con los leitmotivs omnipresentes del “estado de la estrella única” (“the lone star state”): el transbordador espacial y el cielo, el mapa del estado con la bandera sobreimpresionada, y el vaquero a caballo sobre terreno árido con los pozos de petróleo de fondo. ¿Se puede pedir más? (Exijo me homologuen en la próxima ITV una paella en la playa a la “lluna de València” como fondo en la matrícula de mi coche).
 
Vale, ahora a familiarizarnos con el coche automático y los scalextrics: siempre pisar el freno en los semáforos o el coche sale solo; el semáforo está en medio o detrás del cruce, con lo  que hay que prever detenerse antes de llegar a él; los giros a izquierda y derecha están permitidos aunque el semáforo esté rojo, o te llevarás una buena pitada y un par de gestos con el dedo corazón; y decidir cuál de los 4 pisos de salidas es la que debes tomar hacia tu destino… Fácil, ¿verdad? Además como buen estado ranchero el 50% de los coches son estilo pick-up, es decir doble de altos y  largos que el tuyo, es decir tienes las de perder en el mínimo roce.
 
  
Mi primera noche al otro lado del charco, para combatir el jet-lag, acabé en una especie de feria de barbacoas y cow-boys, rodeada de frijoles, hamburguesas, trailers y sombreros vaqueros.
 
 
Y un par de ratos libres que tuve entre semana tuve que dedicarlos a las visitas obligadas: la NASA y un centro comercial. En la NASA, además de los artilugios espaciales y demás explicaciones técnicas que me encantaron, es un buen sitio para poder apreciar las autóctonas vacas de los cuernos largos.
 
 
En el centro comercial, la no menos típica pista de patinaje sobre hielo y las totalmente desmesuradas raciones de comida (ya sea un aperitivo tipo nachos, una hamburguesa, un refresco tamaño mínimo medio litro, o un trozo de pastel).
 
 
Por último, mencionar que el trabajo y el trato recibido fue excelente. Encontré a personas de diferentes nacionalidades y un alto de nivel de preparación, profesionalidad y recursos.

1 comentario:

  1. Wow!!Es todo tan auténtico q parece de coña!!Veo q los tópicos tienen una base más q real en este caso...y q pintaza tiene la comida!! X cierto, +1 a lo de la matrícula typical valencianish!

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