En mi traviaje a Tailandia no esperéis fotos de templos
ancestrales y playas paradisíacas, debo recordar que vengo a trabajar... ¡Qué
más hubiera querido yo! Pero en este caso no hubo tiempo para esparcimiento por
varias circunstancias: me encuentro en una región poco turística y alejada (a 2
horas en coche al sur de Bangkok), tengo el tiempo justo de lunes a viernes, y
la situación política es algo inestable por lo que también me recomiendan no desperdigarme
por ahí yo sola. Aún así la vivencia me da para contaros lo más destacable de
la semana en este post.
A pesar de llegar cansada tras 12 horas de vuelo desde París
a Bangkok, ya en el aeropuerto tengo
muy buena impresión del país: jardines cuidados, pinturas con motivos
tradicionales, 12 esculturas de demonios guerreros (luego descubrí que son
réplicas de las del templo del buda de la esmeralda - Wat Phra Keao - en
Bangkok), ... Y el inevitable cambio de temperatura y humedad al viajar en
febrero de un París nevado, a un clima tropical, ya que el calorcito a mí
encanta.
Nada más salir del aeropuerto y en esas dos horas de
trayecto que tengo hasta mi hotel, veo por la carretera monolitos de tributo al
rey y la reina (Tailandia es una
monarquía constitucional, vamos parecido a lo que tenemos en España, pero son algo
más ostentosos en sus manifestaciones. Bueno va, para ser más rigurosos, según
la wiki: en las monarquías constitucionales el rey conserva el poder soberano o
bien lo comparte con el pueblo; en cambio, en las monarquías parlamentarias la
soberanía reside en la voluntad popular siendo el monarca una figura
esencialmente simbólica). También veo algún que otro monumento religioso, son
mayoritariamente budistas, y la
diferencia con el catolicismo ya viene siendo más vasta que en el terreno político...
Así que ya no me meto en este jardín, buscad en la wiki por vosotros mismos ;).
En la anterior foto de la reina ya se aprecia que la
conducción es por la izquierda, aquí algún ejemplo más donde al menos lo
indican en inglés. También me llamó la atención que muchas de las motos no usan
casco, e incluso no es difícil ver en ellas a 4 o 5 ocupantes.
El hotel donde me alojé está al pie del Golfo de Tailandia. Aunque las playas que tengo enfrente no son muy
turísticas, las vistas al mar es algo que también me gana, por lo que fue un
motivo más de que la estancia se me hiciera tan agradable. Una de las noches mi
contacto principal me sugirió cenar en un espigón frente al hotel. Tienen
montado como un chiringuito donde te sientas en el suelo y sirven marisco y
pescado fresco. Por si eso no fuera bastante exótico, a mitad cena aparece un
elefante con su cuidador, me aseguran que no es habitual verlos por esta zona
ya que se suelen encontrar más al norte, así que me siento totalmente
afortunada. Y habrá quien piense, es la típica cena con espectáculo, seguro que
os timaron allí... Pues bueno el precio de dicha cena al cambio fue de 5€ (sí,
los dos, no por persona).
Siguiendo con el tema de la comida, por el lado gastronómico tengo que decir que es uno de los
países donde mejor he comido en todos mis traviajes. Lo primero la variedad en
ingredientes (frutas y verduras tropicales que no recuerdo el nombre ni de la
mitad, pescados y marisco, frutos secos,... ), y todo delicioso, con sabor de
verdad no como algunas frutas que comemos aquí. Lo segundo porque sólo usan cuchara
y tenedor (¡nada de palillos inmanejables como en otros países asiáticos!), y
como no usan cuchillo (es considerado un arma y eso no queda bien encima de la
mesa) pues todo viene ya despiezadito y cortadito para que sólo sea pillar
molla y degustar... Y no acaba aquí, lo tercero es el ambiente, ya que por la
buena temperatura que tienen durante todo el año la mayoría de restaurantes no
tienen ni paredes, con lo que estás comiendo al aire libre rodeado de
vegetación y con un poco de suerte (como la mía), con vistas al mar. En
definitiva, el paraíso terrenal para los amantes de la gastronomía.
Si tengo que poner algún pero, como habitualmente en Asia,
tiene que ser en el postre. Ya he
dicho que las frutas son fantásticas, pero a mí me falta el chocolate, un flan,
natillas o algo con extra de azúcar refinada (ya sé que no es lo más sano, pero
otros fuman, así que esta es mi adicción). Para poneros en tesitura, os dejo
aquí la carta de postres (como veis a base de leche de coco, maíz, judías, ... ).
Yo pedí la que son como trozos de patatas rojas, que además venía caliente... Lo probé
pero como ya imagináis, no pude con ello.
De la cuidad en
la que estuve, no era una gran urbe, sino más bien todo construcciones bajas.
También llama la atención la cantidad de cableado externo propio de los países
aún en desarrollo. Y muchos comercios están directamente abiertos a la calle,
como en éste donde paramos a comprar frutas exóticas para degustar. A destacar
la especie de coco verde con pinchos grandota de la izquierda, es el famoso
"durian", una fruta que huele fatal, fatal, fatal (hasta el grado de
que en mi hotel está prohibido explícitamente entrar con ella), pero que sabe
muy rica. Es muy cómodo comprarla también deshidratada para evitar el olor y
disfrutar de su sabor.
Bueno y a lo que hemos venido, a trabajar. En algunas empresas era necesario que me vistiera de
vaquero de arriba a abajo (por seguridad), con el calorazo y la humedad que
hacía... Y además hasta me exigían entrar con casco, parezco de reformas a
domicilio, jeje. Y en el día a día contraste entre los sitios más desarrollados
y los menos, no era difícil encontrarme un urinario femenino de este modelo
(aunque no siempre):
Respecto al trabajo diario, también he visto contrastes
entre las 3 empresas que visité: desde muy modernas y tecnológicas hasta más
rudimentarias pero en evolución. Acerca del trato personal, será por lo de los
países cálidos que el carácter es muy acogedor y abierto, que han hecho que mi
estancia durante la semana sea un placer trabajar con los locales. En este caso,
al ser un país más grande supongo, creo que el 100% de personal ha sido tailandés.
Es el país de las sonrisas, y la frase no es gratuita.